lunes, 7 de abril de 2008

III

Mi padre era el fruto de las faldas de mi abuela, y aunque pareciera lo contrario era él y no mi madre, el hijo del General.
A diferencia de ella él nunca lo mencionó, quizá no le causaba gracia alguna que Romana lo predicara por todos lados, sobre todo porque quien vivía con él no era Don Porfirio, sino Juan, un jornalero igual que todos los demás, pobre y muerto de hambre.
Y aunque quisiera contar toda la historia de mi familia me cuesta trabajo, hay algunas lagunas, momentos que nadie recuerda; la abuela quizá porque está muerta, mi padre nunca ha hablado nada de nada y mi madre curiosamente nunca recuerda algo que no tenga que ver con El General, pero aún así hay quien recuerda el día de la boda de los abuelos, ya en Lumbreras. La boda fue lo más suntuosa que se pudo. Cunda se vistió con vestido blanco y entorchado, decía mi madre que nunca olvidaba la mítica falda, luciendo bella con una barriga de seis meses donde se gestaba el hijo del General. La iglesia era pequeña y se atiborró de gente; mi abuelo aprovechó las flores de una boda que se realizó esa misma mañana, aunque dicen que se arrepintió cuando algunas avispas fueron atraídas por la pestilencia de los tulipanes que se cocían con el calor humano, Romana Lopepe, asentada en actas como Romana López aceptaba a Juan Díaz como su legítimo esposo.
Terminó la misa y los novios salieron. Él se desmayó.

sábado, 5 de abril de 2008

II

Ella siempre contaba la historia mientras pescaba, cuando alguna tilapia inquieta ocasionaba que se mojara su falda, renegaba y decía malas palabras, hacía alguna rabieta y pataleaba salpicando por doquier. Salía del agua con sus grandes pasos: alguna vez la imaginé como un hipopótamo viejo tratando de salir del estanque; renegaba de no tener nada más que ponerse, de la incomodidad de pescar y de la falda. Hacía rabietas, más malas palabras pero terminaba siempre por decirlo: si no fuera por las faldas largas no estaríamos aquí. Y volvía a su memoria toda la historia de mamá Cunda, así le decía a mi abuela; todos los detalles: La guerra, los franceses, el generalísimo, el grandioso escape, y lo peor de todo, decía mi madre, mientras comenzaba nuevamente a arremangarse la falda y entrar despacio al agua, al olvido.